Cd. Delicias, Chih. 28 de marzo de 2024


Dios los cría: Por Luis Villegas Montes

Fecha/hora de publicación: 07 de septiembre de 2021 09:58:46

"DON ÁLVARO. (Desde un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso, dice:) (...) Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador... Huid, miserables. (...) Infierno, abre tu boca y trágame. Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción (...)".

Don Álvaro o la fuerza del sino.

Ángel de Saavedra.

Me plantee, con toda seriedad, escribir una carta abierta a Juan Carlos Loera; luego, recordé un refrán que, aquí y allá, cada lunes y martes, escucho que alguien profiere con perversa intención: "margaritas a los cerdos". Desistí. No tiene caso, sería un desperdicio de tinta y papel.

El impulso se explica porque hace unos días, dónde (léase "don Derrotas"), orondo, publicó en sus redes: "Las pruebas del regreso del Duartismo y del sometimiento son descaradas. Lo refleja el inminente pacto de impunidad que está dándose en Chihuahua. Los principales medios le prestan grandes espacios a la misiva de un político preso (como en los mejores tiempos de la corrupción boyante), quien le hizo tanto daño a Chihuahua recibe un trato de víctima, cuando él es el victimario".

Ni tardo ni perezoso, Míster "F" (entiéndase "Señor Fracaso"), lo secundó con un sentido: "Coincido totalmente con esta postura clara y definida. Más allá de diferencias ideológicas o partidistas, reconozco que Juan Carlos Loera ha sido realmente consistente en deplorar la corrupción y combatir al Duartismo".

No cabe duda, como lo dice el refrán que intitula estos párrafos: "Dios los cría".

Hermanados en su desengaño y frustración, ambos personajes comparten la vergüenza de haber sido despedazados por una mujer quien, sola, solita, superior en todo, los venció por amplísimo margen y los hizo talco.

Cínicos, conchabados, amancebados, sujetos a la misma yunta, los dos hicieron todo lo que estuvo en su mano (e intentaron lo que no) para salirse con la suya. Calumniaron, mintieron, untaron manos, afilaron uñas, gastaron ingentes cantidades de dinero y "lubricaron" consciencias, en vano. Perdieron la que, sin duda, para ese par, fue la "Madre de todas las batallas".

Fraternos en su postración y rabia, súbditos del mismo amo, ahora los mueve la impotencia compartida, la cólera de los perdedores y una sed de venganza digna de mejor causa. Juan Carlos debería aprender de Javier que la ira es mala consejera y que la revancha es un plato que se sirve frío pues, de lo contrario, se corre el riesgo de quedarse más solo que un perro solo (a'i disculpen, no se me ocurrió mejor metáfora) y más frío que un hielo de jaibol (diría "Chava" Flores).

Payasos.

Juancé intenta, cree el ingenuo, mantener abiertos, en forma indefinida, una serie de frentes que no tiene cómo hacer que prosperen ni mucho menos ganar en una guerra perdida de antemano. Acuérdense de mí, pero en Chihuahua, el infeliz tiene los días contados y va a terminar devorado por el monstruo que hoy alimenta. Que tenga cuidado el pobre, incluso, de sus aliados de hogaño. Lo digo, por ejemplo, por casos como el mío (me trae marcaje personal): no vaya a resultar demasiado grande el bocado que intenta tragarse, pues tengo con qué hacerlos que se arrepientan él y los tarados que se hacen eco de sus babosadas.

Javiercé, en cambio, pretende hacer de su despedida el espectáculo del histrión consumado que es, con la diferencia abismal de que en vez de un grand finale (el que él imagina en su mente perturbada), la suya es, y será, la triste despedida de un clown agónico sumido en la miseria de una gala crepuscular con rumbo a la Madre Patria ¡Olé!

La tarea inmediata de este par, se lo digo a mis tres o cuatro lectores con ganas de incursionar en la política local, para que luego no se digan llamados al engaño, debería ser: sobrevivir a su estupidez. Su cortedad de miras, sus disminuidos arrestos, sus redaños de alquiler, su soberbia, su ceguera y su hambre insatisfecha de ser algo más que remedo de políticos que son, los va a llevar a su perdición. A ellos y a quienes, motivados por sus cantos de sirena ("tenemos dos sirenitos, junto al daño que han causado, cantaría Rigo, decidan seguirlos en esa senda de rencor, podredumbre y decrepitud.

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